Muy pero que muy buenos días,
descentrados!
Mi padre acaba de abonarse a un
paquete de fútbol de la ostia. Ahora resulta que puedo ver todos los partidos
que me salgan de donde dijimos por un precio fijo ridículo. Y claro, ya que se
está pagando, aunque sea poco, habrá que amortizarlo. Y ahí que estuvimos el
martes con la Champions, tan agobiados de tanto canal que echaba fútbol que nos
marcamos una pauta de máximo minuto por partido y a cambiar. Aunque Cristiano
metiera 10 goles y todos de penalti y al Sevilla le pitaran 800 a favor de
estos, la probabilidad de ver un gol en un partido justo en el minuto que le
tocaba ponerlo pues no estaba de nuestro favor, así que ver no vimos ningún
tanto y encima me tuve que tragar minutos de un apasionante Wolfsburgo – CSKA
de Moscú. Pero oye, por mis santos c*j*n*s que exprimo yo la oferta.
Analizándolo bien, había partidos
que me podría haber ahorrado, seamos honestos. Pero no es la única vez que me
ocurre. Echando la vista atrás, recuerdo esas jornadas de Eurocopa y Mundiales
que siempre me pillaban en época de exámenes. Cuando me levantaba a hacer un
descanso pequeño del estudio del apasionante Derecho Administrativo, ponía la
televisión a ver qué partido estaban echando. Mi reacción el 99,99% de las
veces era: “Anda mira, el Malasia – Uzbekistán. Bueno, voy a alargar un poco el
descanso que Maldini dice que hay un tal Trapjaminovich que es especialista en
hacer la ruleta invertida con las manos y despistar a sus rivales”.
Y es que no sé si os pasa también a
vosotros, pero basta que tengamos cosas aburridas o que tampoco es que nos
motive muy allá, para encontrar cualquier excusa para despistarnos. “Vamos a
ver, hay que empezar a estudiar con motivación. Tema 1: el derecho y sus fuenqué
coño hacen estas carpetas de apuntes del año pasado en mi mesa, ahora mismo
ordeno los apuntes y los clasifico, creo un Excel para ubicarlos físicamente en
el cuarto y ya de paso saco la ropa de invierno que el oso polar que tenemos en
el patio está pidiendo una mantita, y cuando termine pinto los circulitos que
se forman en las letras de los títulos de los temas del manual, que si no luego
no puedo estudiar bien y no rindo. Uish, sólo con planificarlo ya son las 11:03
y no puedo empezar si no es la hora en punto. Haré un break de 57 minutos…pero
luego me pongo con lo de los apuntes, la ropa y los circulitos”. Y así me saqué
yo dos carreras y un máster, osea que debe funcionar a la perfección. Debería
escribir un manual del buen estudiante con mis métodos, no sé qué coño hago
perdiendo el tiempo escribiendo aún los mail del viernes en el trabaj…digoo en
mi casa en los ratos libres y estrictamente fuera de mi horario laboral, señor Presidente.
En resumen, que yo lo que en verdad
os quería contar es que lo del fútbol en mi casa es un chollo, vaya, para que
me tengáis envidia. Y a tó esto, “chollo” exactamente… ¿de dónde viene? Porque
que yo sepa el verbo “chollar” no existe, o el adjetivo “chollado”. Así que eso
tiene que venir de algún lado. Resulta que en el siglo XVIII llegó a la España de Carlos III un
italiano. El hombre tenía exactamente las mismas ganas de trabajar que yo y los que me leéis, así
que se dijo “ecco, come posso stafare a tutti questi spagnoli di merda sin fare
niente di niente?”, que, traducido correctamente, significa “¿cuál sería la
mejor manera de multiplicar exponencialmente mis ingresos sin incurrir en
muchos gastos gracias al intercambio de bienes y servicios por la moneda legal
en curso en el mercado español?” Pues este señor cogió, se sacó una licencia
que le permitía poner sillas en las calles, y se dedicó a ponerlas para
desfiles y procesiones y cobrar a la gente que se quisiera sentar. Así nació la
Carrera Oficial de Sevilla, y además la palabra “chollo”, puesto que el
italiano se llamaba “Cioglio”, que os podéis imaginar cómo se pronuncia
aproximadamente.
Que paséis un fin de semana lleno
de deporte, desconcentraciones (sanas a poder ser) y chollos!
P.D: allez les bleus mis cullons
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