viernes, 18 de septiembre de 2015

El post del viernes (VI)

Muy pero que muy buenos días, descentrados!

Mi padre acaba de abonarse a un paquete de fútbol de la ostia. Ahora resulta que puedo ver todos los partidos que me salgan de donde dijimos por un precio fijo ridículo. Y claro, ya que se está pagando, aunque sea poco, habrá que amortizarlo. Y ahí que estuvimos el martes con la Champions, tan agobiados de tanto canal que echaba fútbol que nos marcamos una pauta de máximo minuto por partido y a cambiar. Aunque Cristiano metiera 10 goles y todos de penalti y al Sevilla le pitaran 800 a favor de estos, la probabilidad de ver un gol en un partido justo en el minuto que le tocaba ponerlo pues no estaba de nuestro favor, así que ver no vimos ningún tanto y encima me tuve que tragar minutos de un apasionante Wolfsburgo – CSKA de Moscú. Pero oye, por mis santos c*j*n*s que exprimo yo la oferta.

Analizándolo bien, había partidos que me podría haber ahorrado, seamos honestos. Pero no es la única vez que me ocurre. Echando la vista atrás, recuerdo esas jornadas de Eurocopa y Mundiales que siempre me pillaban en época de exámenes. Cuando me levantaba a hacer un descanso pequeño del estudio del apasionante Derecho Administrativo, ponía la televisión a ver qué partido estaban echando. Mi reacción el 99,99% de las veces era: “Anda mira, el Malasia – Uzbekistán. Bueno, voy a alargar un poco el descanso que Maldini dice que hay un tal Trapjaminovich que es especialista en hacer la ruleta invertida con las manos y despistar a sus rivales”.

Y es que no sé si os pasa también a vosotros, pero basta que tengamos cosas aburridas o que tampoco es que nos motive muy allá, para encontrar cualquier excusa para despistarnos. “Vamos a ver, hay que empezar a estudiar con motivación. Tema 1: el derecho y sus fuenqué coño hacen estas carpetas de apuntes del año pasado en mi mesa, ahora mismo ordeno los apuntes y los clasifico, creo un Excel para ubicarlos físicamente en el cuarto y ya de paso saco la ropa de invierno que el oso polar que tenemos en el patio está pidiendo una mantita, y cuando termine pinto los circulitos que se forman en las letras de los títulos de los temas del manual, que si no luego no puedo estudiar bien y no rindo. Uish, sólo con planificarlo ya son las 11:03 y no puedo empezar si no es la hora en punto. Haré un break de 57 minutos…pero luego me pongo con lo de los apuntes, la ropa y los circulitos”. Y así me saqué yo dos carreras y un máster, osea que debe funcionar a la perfección. Debería escribir un manual del buen estudiante con mis métodos, no sé qué coño hago perdiendo el tiempo escribiendo aún los mail del viernes en el trabaj…digoo en mi casa en los ratos libres y estrictamente fuera de mi horario laboral, señor Presidente.

En resumen, que yo lo que en verdad os quería contar es que lo del fútbol en mi casa es un chollo, vaya, para que me tengáis envidia. Y a tó esto, “chollo” exactamente… ¿de dónde viene? Porque que yo sepa el verbo “chollar” no existe, o el adjetivo “chollado”. Así que eso tiene que venir de algún lado. Resulta que en el siglo XVIII llegó a la España de Carlos III un italiano. El hombre tenía exactamente las mismas ganas de trabajar que yo y los que me leéis, así que se dijo “ecco, come posso stafare a tutti questi spagnoli di merda sin fare niente di niente?”, que, traducido correctamente, significa “¿cuál sería la mejor manera de multiplicar exponencialmente mis ingresos sin incurrir en muchos gastos gracias al intercambio de bienes y servicios por la moneda legal en curso en el mercado español?” Pues este señor cogió, se sacó una licencia que le permitía poner sillas en las calles, y se dedicó a ponerlas para desfiles y procesiones y cobrar a la gente que se quisiera sentar. Así nació la Carrera Oficial de Sevilla, y además la palabra “chollo”, puesto que el italiano se llamaba “Cioglio”, que os podéis imaginar cómo se pronuncia aproximadamente.

Que paséis un fin de semana lleno de deporte, desconcentraciones (sanas a poder ser) y chollos!

P.D: allez les bleus mis cullons

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