jueves, 19 de septiembre de 2013

Nostalgia y envidia

El azar ha querido que el posiblemente último examen universitario que haga en mi vida coincida en el tiempo cuando se cumple exactamente un año de mi partida a Pavía. Luego me quedarán por delante que si Prácticum, tessina (o final dissertation si soy acorde al idioma en que tendré que hacerla) y vete tú a saber qué más sorpresas me puede traer mi redoble final universitario. Pero hoy me siento mayor, jodidamente mayor.

He estado estos días vagando por los pasillos de las dos facultades que me han acogido 6 años y la melancolía me ha estado atacando a base de hachazos. Todo formaba parte de una imagen extraña, situado en esa delgada línea entre lo real y lo soñado. Todavía recuerdo los detalles de ese primer día en la Facultad de Económicas, de como todo me resultaba absolutamente desconocido, de cómo fui entablando  las primeras conversaciones con novicios que se hallaban como yo. Con muchos de ellos, ahora buenos amigos, me encanta rememorar ese primer cruce de miradas, esa primera frase, dónde fue, qué dijo cada uno, cómo de mal le caí a tal o cual.

Es curioso como esa memoria selectiva nos permite recordar hasta el más mínimo detalle de una determinada situación que pasó hace ya años (cuando a mí me cuesta ahora memorizar un tipo porcentual aplicable a una base de cotización por contingencias profesionales), pero en cambio no nos permite vernos a nosotros mismos. Lógico por otra parte, claro. Si no, intenta hacer memoria. Cualquier anécdota de cuando tenías 8, 16 ó 24 años. ¿Te ves a ti mismo? ¿Cómo era tu cara? ¿Estabas gordo, delgado, eras fuerte, tenías granos en la cara? No hagas trampas y respondas en base a las fotos o vídeos que hayas visto. Por ti mismo eres incapaz de recordarte. Sólo el ver una foto o un vídeo nos descubre la cruda realidad: has crecido, has cambiado...y oye, parece que no te sienta mal.

Pero aunque no te sienta mal te jode. Como me jode a mí ver estos días las fotos del primer año de carrera. Ésa que puede que ya haya terminado, si a una señora que tiene que corregirme le caigo en gracia.


Sí, definitivamente veo a ese Santi y le envidio. Por todo lo que le queda por pasar, aprender, reír, llorar, ilusionarse, divertirse, conocer gente, viajar, besar, abrazar, beber, bailar, disfrutar...y por supuesto mejorar y madurar, o al menos darse cuenta de que la combinación cresta + perilla + camisetablancadebajodelacamisa no es buena.

Me recorre la misma sensación cuando veo fotos de los primeros días de Pavía. Y no puedo más que envidiar a ese Santi que tanto le quedaba por vivir, como envidio a los que ahora se van allí a hacer exámenes y verse de nuevo con la gente, tomarse de nuevo unas frágolas y repetir las noches de Duomo junto a aquellos que llegan nuevos que a su vez no saben lo que les espera, y dentro de un año volverán para ser ello los experimentados que están de vuelta y dan la bienvenida a los nuevos...y así el ciclo se va repitiendo, quedándole sólo a los que viven ese ciclo en su parte baja que esas envidias y nostalgias no les terminen por amargar la existencia.

Yo, por mi parte, he llegado al fin de un ciclo. No puedo más que resignarme y tomármelo con filosofía, cediendo el testigo a otros nuevos universitarios y estudiantes de movilidad internacional a los que miro ahora y digo "tranquilos, seréis unos nostálgicos y envidiosos como yo. Como todos".