lunes, 28 de enero de 2013

Hasta pronto, Hija de Tarsis

Antonio Gala dijo una vez "lo peor no es que los sevillanos piensen que tienen la ciudad más bonita del mundo, lo peor es que puede que tengan hasta razón". Eso es así, Inspector, no lo digo yo, y para muchos, vivimos en un momento en el que se destroza todo eso que nos ha distinguido como lugar único. Hay muchas ciudades en las que comer foie y croquetas de boletus, ¿aquí también, coño? No. Aquí se come carrillada, serranito, pavía, espinacas con garbanzos y croquetas del Ovidio, y lo demás, perdóneme porque no le conozco y no sé de qué pié cojea Inspector, son mariconadas.

Cuando leí este fragmento del libro que me acabo de terminar, "El asesino de la regañá", recordé que cuando vi en la convocatoria de la beca el nombre de "Pavía" me hizo gracia y pensé "mierda, voy a ser objeto de tela de bromas". Porque en Sevilla, pavía no es una ciudad, es algo que se come. Prueba de ello es que en pleno centro cualquier italiano podrá incrédulamente estar orgulloso de ir andando y ver como una de sus ciudades da nombre a una calle, cuando realmente el nombre se refiere a uno de nuestros platos más típicos (o a lo mejor se refiere al General Pavía, pero me da que no).


Porque "Spain is different", sí, pero "Sevilla tiene un color especial" dentro de todas esas peculiaridades que tendrá nuestro país. Ya sé que cada pueblo, región, ciudad, tiene algo que hace a sus habitantes estar orgullosos de ser de donde son, y de decir "como en X en ningún lao", pero que cada uno hable de lo suyo, que yo hablaré de lo mío. 

Porque sí, los sevillanos se retuercen si oyen a alguien decir "pringada", porque para nosotros lo único que existe es la pringá, y no es una forma de insultar a nadie, es algo que si lo metes entre dos trozos de pan "está más güeno que tó las cosas". La primavera será para muchos la estación en la que la sangre se altera, pero para nosotros es lo que estamos deseando que llegue todo el año para disfrutar de nuestra Semana Santa y la Feria de Abril. La Cruzcampo no es sólo una cerveza, es un estilo de vida y algo se murió dentro de nosotros cuando la compró la Heineken (aunque seguimos estando orgullosos de ella y vaya que sí). Porque la Torre Eiffel será mu bonita, pero más lo es la Giralda. Porque a ver tanto empeño con los guiris que vienen a España por ver la Sagrada Familia que no está ni terminada cuando tienen la segunda catedral más grande del mundo en Sevilla. Porque el Puente de Londres es una pasada, lo reconozco, pero yo me quedo con el de Triana. Los italianos pensarán que la Piazza San Pietro de Roma es la más bonita del mundo, y lo respeto, pero yo pienso que es la Plaza de España de Sevilla. 

Es cierto que no soy el personaje prototípico de mi ciudad. Tengo "sevillanas maneras" en algunas cosas, pero no en todas. Me gustan las Setas que han construido en el centro cuando los más puristas lanzan improperios contra ellas, y aún no he terminado de decidir si me gusta o no la Torre Pelli. No soy de ninguna Hermandad de Semana Santa porque me gustan todas, y ni siquiera soy del Sevilla o del Betis. Me monto en el metrocentro o, como lo llaman algunos, "el tren de la bruja", y me gusta que se hayan peatonalizado muchas calles del casco histórico. No me gustan los Toros, ni las espinacas con garbanzos. 


Pero aún así, comparto muchísimas cosas con los llamados "rancios" de mi ciudad. Soy sevillano, y a mucha honra. No seseo ni ceceo, pero me como las eses intermedias y finales, y digo "tela" para decir "mucho", "ojú" para quejarme por algo e "illo" para llamar a un amigo. Me pongo traje de chaqueta todos los días de la Feria para pisar su albero. Huelo a incienso y me siento en el paraíso. Escucho música de Semana Santa todo el año y si me ponen sevillanas a ciertas horas en la discoteca me arranco. Y no me pongas a un grupo en tu fiesta a tocar rumbas y flamenco, porque me enamoro. Pasear por el centro, sea la época del año que sea, es uno de mis mayores placeres. Y si entro en un bar, pido una caña y no me ponen una Cruzcampo Glaciar no llego aún al nivel de tacharlo de mi lista, pero empiezo a planteármelo. 

Cuando acabe esta época de mi vida en Pavía me hartaré de llorar y me iré con tela de pena de aquí. Pero por todo lo dicho anteriormente tendré la fortuna de al menos volver a una ciudad que me tiene prendado. Una ciudad que a veces, sólo por momentos, odio, pero que pronto vuelve a enamorarme con sus rincones y tradiciones. Una ciudad capaz de lo mejor y de lo peor. Pero mi ciudad, al fin y al cabo, en la que nací y de la que espero no renegar nunca. Y donde está mi gente. Ésa que me echa de menos en la distancia y que aunque a veces no lo digo o parezco no demostrarlo, está siempre presente en mi mente y tienen que saber que yo estaré ahí para ellos siempre. 

Porque ellos también forman parte de mi ciudad, la parte principal, y sin ellos no concebiría mi Sevilla, ésa a la que yo quiero por encima de todas.